Siempre he defendido la
oportunidad de viajar como uno de los
mejores privilegios para vivir intensamente. Quizás porque no entiendo posible
desarrollar al máximo nuestras capacidades si no abandonamos en algún momento,
y con cierta frecuencia, nuestro entorno más
cercano, ese entorno reconocido por cada uno de nosotros en el cual todo nos
resulta aparentemente más fácil y con ello más seguro, más confortable.
Hace unos días tuve la inmensa
fortuna de compartir con grandes amigos un viaje que se tornó tan inesperado
como inolvidable. Y tal vez en esta ocasión, más que en ninguna otra anterior,
he sido consciente de hasta qué punto viajar
nos transforma de manera indefectible. Es como si después de cualquier viaje nunca
volviéramos a ser los mismos, como si trajésemos con nosotros algo de más, o
quizás algo de menos…aunque sea tan solo por la influencia de los infinitos
recuerdos compartidos.
Con cada viaje, con cada alejamiento,
deberíamos anhelar contemplar nuestra vida desde ese otro alternativo y
desconocido lugar, desde el cual lograr cuestionarnos hasta entender nuestra
realidad de una forma diferente. A veces, y sobre todo en los momentos de mayor
dificultad, debería ser indispensable tener
la voluntad de alejarnos de lo que
creemos ver, de lo que creemos tener, de lo que creemos sentir, querer…De todas
esas cosas que, casi sin distinguir cómo, valoramos y situamos erróneamente en un
destacado lugar en nuestra vida, cuando lo que deberían es estar fuera de ella;
cuando con ninguna de ellas conseguiremos nunca sumar, nunca crecer, ni mucho
menos vivir en plenitud.
Al viajar deberíamos conseguir
alejarnos de todo eso a lo que, con demasiada frecuencia, nos aferramos
ciegamente con la única finalidad de no exponernos al cambio, a lo desconocido,
al verdadero autoconocimiento.
Solo viajar nos predispone a
mirarnos con la suficiente claridad como para acercarnos a nuestro verdadero
yo, a nuestra verdadera esencia. A esa persona que queremos ser y que a veces
no logramos encontrar. A distinguir la vida que realmente queremos disfrutar y con
quiénes queremos compartirla. Solo así, solo si distinguimos lo que somos y lo
que queremos, lograremos alcanzar un estado de equilibrio y armonía entre
nuestra realidad y lo que verdaderamente somos. Lo único importante.
Merece la pena viajar..
(..a
mis cinco corazones!!)
SOY
ResponderEliminarSoy
un verso que surge del silencio
una voz en la superficie de un sueño
Soy
un niño que muere cada tarde
el día que nace al pestañear tus ojos.
Soy
la noche que empieza al flamear tu pelo
la miel que surte tus panales
Soy
una incisión en el tiempo
los escombros de tus sueños
Soy
un retazo de existencia
sin existencia
Soy
el verso de un poema
que no he podido escribir
Soy
más tuyo que mío
Soy
lo que nada ha sido
Rafael Medina Brochero
Escritor – Periodista Autodidacto
Santa Ana-Magdalena-COLOMBIA
...y un gran POETA.
EliminarNati y la "vuelta a casa" merece otra reflexión de las tuyas :)
ResponderEliminarLaura