Esta vez he optado por titular
esta entrada de la misma manera que lo hacía la autora de uno de los últimos
artículos que he leído, Somos lo que pensamos.
Nuevamente no puedo estar más de
acuerdo con tan breve y acertada reflexión. Quizás porque resume la clave de la
madurez y el control emocional, algo fundamental si aspiramos a vivir en
plenitud y sentirnos felices. Y es que aunque es algo ampliamente sabido por
todos, muy pocos son los que en su día a día tienen la inteligente capacidad de
aplicar sin excepción este dogma.
A menudo nos empeñamos en alimentar
absurdos y tóxicos diálogos internos a cerca de lo que nos ocurre, incluso
hasta de lo que nunca nos llegará suceder. Generamos constantemente un sin fin
de interpretaciones negativas y derrotistas sobre todo aquello que creemos ver,
que creemos oír, que imaginamos sentir.., llenamos nuestra cabeza de un mar de
miedos, inseguridades, añoranzas; nos recreamos en inútiles pensamientos que
nos empujan hacia un cómodo victimismo desde el cual difícilmente conseguiremos
crecer y ser felices.
Si por un momento llegáramos a entender la verdadera utilidad de nuestros pensamientos, la poderosa herramienta que tenemos todos a nuestro alcance y de la cual depende una felicidad cuya clave está únicamente en nosotros y en nadie más. Si fuéramos capaces de re-pensar lo que vemos desde otro lugar, un lugar donde comprobar que todo puede verse diferente, donde distinguir lo positivo de la vida, donde apreciar la parte de corazón en los que nos rodean, el amor en un bello gesto, en una dulce palabra, en una sincera y tierna mirada, en un cálido abrazo...
Hay tantas cosas extraordinarias
con las que argumentar nuestros pensamientos, con las que hacerlos crecer y
fortalecerlos hacia el entusiasmo por la vida, que resulta a veces incomprensible
que sigamos aferrados a inundarlos de erróneos y falsos argumentos, tan dañinos
que llegan incluso a condicionar la imagen que tenemos de nosotros mismos, que
nos impiden mirar sin miedo a nuestro interior, apreciar lo que somos,
sentirnos afortunados, valiosos, únicos, capaces de disfrutar cada día con la pasión y las ganas que el regalo de la
vida merecen.
“La vida es elegir, puedes elegir ser una
víctima o cualquier otra cosa que te propongas” (“El Guerrero Pacífico”, 2006)
(para A.R.M, gracias)
En esta sociedad del rendimiento cada cual lleva consigo su propio campo de trabajos forzados, siendo al mismo tiempo "prisionero y celador, víctima y verdugo", posibilitando así la sibilina "explotación sin dominio". Esta absolutización de la vida activa en detrimento de la contemplativa convierte la existencia en una máquina de generar ansiosos, depresivos y fracasados.
ResponderEliminar“La sociedad del cansancio” Byung-Chul Han