Resulta imposible sentirse
afortunado si vivimos instalados en una constante comparación hacia todo aquello
que no somos, o que no tenemos y los demás sí, o añorando lo perdido, lo que
nunca volverá a ser… Jamás conseguiremos vivir una vida plena e intensa si, en
vez de detenernos y simplemente mirar y reconocer la gran cantidad de motivos
que la vida nos ofrece para ser feliz, ocupamos nuestros pensamientos en una
queja tan injusta como destructiva que acaba por magnificar nuestros errores y
fracasos, descubrir nuestras carencias y alimentar nuestros miedos.
Sin embargo, nada de esto es
real, solo está en nuestros esclavos pensamientos. Claro que somos afortunados.
Solo necesitamos trabajar la paciencia y el sosiego suficientes como para ver
nuestra propia vida desde un lugar algo más alejado. Desde un lugar que nos posibilite
tomar conciencia del resultado y el efecto de nuestros actos y del de los demás,
de que a veces todo aquello que interpretamos como mala suerte, también tiene indiscutiblemente una lectura positiva y
hacia el crecimiento personal. Porque cuando creemos y lamentamos lo injusto de
lo malo que nos sucede y que a priori tanto nos hacen sufrir, olvidamos que es
así porque vivimos, porque sentimos, porque amamos, porque somos capaces de
reconocer otra manera de escribir los días, porque nos mueve la inquietud de
ser mejores personas, porque es precisamente esto lo que nos tornará hacia el
mejor de los aprendizajes, algo que nos impulsará a crecer y a creer que hay
otra manera de recorrer la vida. Es justamente esto lo que nos debería hacer
sentir privilegiados y llenarnos de un entusiasmo desbordante.
Porque si algo es indudable es
que nada ocurre porque sí, porque de todo podemos y debemos sacar esa lectura
positiva, valiente, que nos transforme en personas más completas, más sinceras
y con una mayor capacidad de valorar y amar todo lo que somos y todo aquello
que nos rodea. Esa mirada que llene nuestra vida de sueños, de preciosa magia,
de una arrolladora ilusión por creer siempre que la vida es el mejor de los
regalos.
“Yo creo bastante en la suerte y he constatado que,
cuanto más duro trabajo, más suerte tengo.” (Thomas Jefferson)
Soltar los miedos, que desde nuestros ancestros vamos arrastrando, y aprender día a día a conocernos a nosotros mismos, podría ser una de las pistas que nos lleve a encontrar la sabiduría, fuerza, valentía, etc, para afrontar todo aquello que nos toque, en suerte, dirían algunos, vivir.
ResponderEliminar