…“Escribir es una manera de acariciar desde lejos”. Leí esta frase hace unos días y me pareció muy
reveladora. Quizás porque resume lo que tantas veces me impulsa a sentir la
necesidad de escribir aquí, de expresar con palabras los sentimientos y
emociones que a veces me causa la ausencia, de evocar la pasión y el calor que
me roba la soledad del camino.
No pretendo volver a los días de
nostalgia, ni recrearme en utópicos anhelos donde sé que no reside la
felicidad. Pero sí que a veces sé que necesito rodearme de caricias, sentir la
magia de los besos, la emoción de una ávida mirada. Porque si maravilloso es oír
o leer bellas palabras, más aún lo es el regalo de cerrar los ojos y dejarse
mecer por el mar de las sensaciones y los sentimientos compartidos. Nunca deberíamos quedarnos con
besos no estrenados. Nada nos debería frenar las ganas de querer, de abrazar,
de rozar, de acariciar a esos que nos hacen sentir vivos, que nos erizan la
piel con una simple mirada, que nos hacen soñar de día y suspirar de noche.
La vida es un dulce bocado y merece
que nos entreguemos a ella sin condiciones, sin miedos. Conseguir que nada nos
frene las ganas de encontrar pasión y entusiasmo en todo lo que hagamos.
Permitirnos mostrar nuestro corazón con cada gesto, ser capaces de querer y
amar más allá que lo que la desenfrenada realidad nos permita. Pocas cosas encuentro más terribles
que tener la sensación de vivir tras un cristal, que vivir dejando nuestros
sueños por cumplir, que vencernos a los miedos que nos paralizan y nos
enturbian nuestros deseos.
Siempre deberíamos rendirnos al
amor, a la tentación de ser valientes y desear aquello que nos apasiona, dejarnos envolver
por la magia que trae lo inesperado y creer que lo que nos quita el sueño
siempre se puede hacer posible…
EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA
ResponderEliminarAmor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal, la piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí, rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena noche
del alma para siempre oscura.
Federico García Lorca