Ha pasado bastante tiempo desde
mi última reflexión aquí, y sé que ha sido demasiado para un pensamiento siempre
hambriento como el mío.
No he tratado de buscar excusas,
admito que las detesto, pero sí es verdad que quizás este último tiempo de
alejamiento ha resultado ser un tiempo de necesaria reflexión, de mirada al
interior en soledad para volver a releer y ordenar los renglones que conformar
aquello que soy.
Todas las páginas en las que he
buscado respuestas a mis dudas me han mostrado la misma conclusión, solo
es feliz quien tiene un corazón generoso para amar de forma incondicional, a
todos y a pesar de todo.
Qué difícil, qué incomprensible,
incluso qué injusta nos puede parece a priori esta afirmación. Entiendo a esas
personas que no están dispuestas a asumir jamás tener que perdonar e incluso amar
a quienes tanto dolor les han causado en algún momento de sus vidas. Y es que
estamos rodeados de continuas situaciones que nos llevan a creer que aspectos
como el egoísmo, la envidia, el rencor o la mera ambición son los que lo mueven
todo, los verdaderos motivos que hacen que
actuemos demasiadas de las ocasiones de una manera tan ciega y deplorable, que
es imposible distinguir entre tanta oscuridad algo de lucidez que nos convenza
de lo afortunados que ya somos y por ello de lo felices y agradecidos que deberíamos
sentirnos cada día.
Parece como si cada vez
olvidáramos con más facilidad la importancia de ser sobradamente generosos con
nosotros mismos y en el comportamiento con los demás. Como si no fuéramos
conscientes de que es la única manera de reconfortar nuestro propio corazón, de
llegar a sentirnos en paz y así llevar una vida plena.
Es imposible alcanzar ese estado
fundamental de sosiego y equilibrio interior, vivir en calma, feliz, si estamos
más pre-ocupados por no pasar, por no olvidar, por recordarle constantemente a
nuestros pensamientos todo lo malo que vemos en los demás e incluso en nosotros
mismos. Por gastar nuestra energía presente en inútiles y subjetivos relatos de
una realidad que ya es pasado. Permitimos con demasiada frecuencia que sean el
egoísmo y la crítica los que nos definan el camino a seguir. Esto nos vuelve
tan inflexibles, tan susceptibles y faltos empatía que llegamos a sentirnos
agredidos prácticamente por todo y por todos. Así es imposible vivir, entramos
en un círculo de malestar creciente que va mermando cada día nuestra capacidad
de sonreír, de reinventarnos, de renovar nuestras ilusiones y fortalecernos con
nuevos sueños.
No deberíamos dejarnos llevar por
el camino aparente de la desesperanza y el pesimismo, ese al que la falta de
autocrítica y los excesos de orgullo y rencor, nos empujan a actuar de la forma
más equivocada y dañina posible. Así, tristemente, solo conseguiremos alejarnos
de quienes deberíamos anhelar ser y sobre todo, de lo que nuestro corazón necesita
sentir..
Desasiéndonos del mundo y deudos y encerradas aquí con las
ResponderEliminarcondiciones que están dichas, ya parece lo tenemos todo hecho y
que no hay que pelear con nada. ¡Oh hermanas mías!, no os
aseguréis ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta
muy sosegado habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo
de ladrones, y se los deja en casa.
“Camino de Perfección” de Santa Teresa de Jesús