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jueves, 16 de febrero de 2017

Siento tristeza por ello.



No tengo por costumbre dedicar parte de mis reflexiones a temas que de alguna manera me acaban resultando dolorosos, injustos o incomprensibles. Siempre he preferido recrearme en esos otros temas de los que me resulta delicioso escribir y así re-vivir las fortunas de la vida. Al final son los que consiguen reconfortarme y apartar de mí las sombras que a veces me siguen trayendo los miedos.

Pero hoy he sentido la necesidad de hacerlo tal vez buscando el alivio de quien comparte su desazón, su rabia y su tristeza con otro, y admito que jamás encontraré un “otro” mejor que un simple papel en blanco.

Cada vez entiendo menos la realidad que me rodea, siento como si mis pensamientos, y lo que es peor, mi corazón, jamás fueran a encontrar consuelo más allá de los momentos de soledad que tanto valoro, como si ya no fueran a ser capaces de encontrar el calor cómplice de una mirada, de unas palabras de apoyo, de comprensión. Como si de repente, la capacidad de empatizar con los demás se hubiera convertido en un bien extinguido; y a cambio, un poderoso egoísmo estuviera cubriéndolo todo, sin darnos cuenta que lo que consigue es cegar poco a poco nuestra capacidad de amar.

Siento tristeza por ello, y aviva en mí las ganas de soledad, de recogimiento, de encerrarme en mi propio corazón y vivir, como en un cuento, alimentada únicamente de sueños. Sueños en los que creo. Sueños  que me ilusionan. Sueños en los que puedo vestir mi mundo del color que quiera. Del color del amor, de la dulzura; de las palabras hermosas y generosas.

Siento tristeza por ello. Mientras, siempre me quedará el lugar de los sueños..


“No podríamos vivir sin soñar. Sin pensar que soñamos. Sin saber que ahí, nadie más podrá alcanzarnos. Que en el camino de los sueños, no hay mayor obstáculo que el que se impone el que no cree en ellos”
(Los Sueños, La Escalera Azul, 2015)




(Cy Twombly, 1928)


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