Hoy tengo ganas de escribir. Así
de sencillo. Tengo ganas de hablarle a este mundo imaginado que tan
frecuentemente me gusta visitar, donde adoro pasar las horas caminando bajo la
sombra de sus árboles, dejándome cautivar por la brisa fresca que entra por la
ventana, o permitiendo que un sol radiante me acaricie el rostro mientras bebo
de los versos de Andrée Chedid..
Esto es lo que veo, esto es lo
que siento cuando me detengo, cuando tomo conciencia del ahora, del silencio,
cuando me dejo envolver por la calma, cuando siento que la vida me enamora cada
día más.
Me apasiona su improbabilidad, su capacidad de sorprenderme cada
mañana, de hacerme sentir viva. Alimenta y anima mi ganas de apasionarme por todo
lo que consiga emocionarme, ruborizarme, acelerarme el corazón, por quien
con una simple mirada, o una media sonrisa, o unos bellos versos, logre
iluminar mi solitario caminar.
Me entristece pensar cómo el ritmo
frenético y superficial en el que nos vemos atrapados, nos ciega, nos impide
ver más allá de una realidad que solo nos regala torpeza y banalidad. Es
imposible reconocer la hermosura de la vida si no nos detenemos,
si no frenamos el tiempo, si no silenciamos nuestros agotadores pensamientos,
si no intentamos quedarnos a solas y observarnos con la intención de adentrarnos en nuestro interior y reconocer
quiénes realmente somos.
Admito que ansío respirar
siempre de este mundo imaginado, dejarme absorber por su fantasía, por su capacidad de ser lo que yo quiera que sea, alimento de
mis ilusiones y mis sueños…
Tal vez porque lo que deseo es que la
realidad se pinte siempre del color del amor.
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