“La felicidad está en
ser fiel a uno mismo”. (Alejandro de la Corte)
Creo que incluso mucho antes de
tener conciencia de ello siempre he estado convencida de que esta afirmación
lleva condicionando la mayoría de las decisiones que a lo largo de los años he tenido
que ir tomando y que en definitiva son las que conforman todo lo que soy, las
que definen lo que ha sido mi vida hasta ahora, las que finalmente hacen que mi
devenir haya transcurrido por uno u otro camino.
Es algo que creo que todos los
que me conocen identifican como algo destacado y constante en mí. Ni tan
siquiera entro a analizar si lo ven como algo positivo o más bien como fruto de
esta cabezonería que los tauro parecemos traer “de serie”. Lo cierto es que jamás
he sido capaz de desprenderme de la idea de mí misma que desde niña ya rondaba
por mi cabeza y se dejaba ver en mis pequeñas maneras.
Hace unos días la casualidad
quiso que alguien me enviara esta foto. En ella a penas tengo los 3 años, pero me
asombra y me emociona comprobar cómo ya reflejaba gran parte de lo que ahora
soy, incluso abrigaba esa imagen de las que después de tantos años no he sabido
(o más bien no he querido) desprenderme. Ahora soy consciente de que es
precisamente en esas cosas sencillas, aparentemente sin importancia, donde reside
la verdadera belleza de la vida. Pequeños detalles a los que se aferran los
recuerdos, lo que somos, todo lo que nos debería de identificar SIEMPRE a pesar
de que nuestra vida atraviese una u otra circunstancia, más o menos favorable.
Esas pequeñas (grandes) cosas han
sido como un norte para mí, como ese faro que te señala el camino correcto, que
te ayuda a no perderte cuando la vida se vuelve turbia, cuando los pensamientos
se confunden y los sueños se diluyen en los momentos de desesperación e
impaciencia. Cuando no llegan los logros y sí las ausencias. Cuando la vida te
cambia de un día para otro y no te queda otra opción que aceptar, adaptarte y
reinventarte sin dejar jamás de ser tú.
Tal vez por eso adoro encontrarme
con gente auténtica, en las que reconocer siempre la coherencia en su
comportamiento y en sus pensamientos. Me resulta admirable, verdaderos ejemplos
a seguir, sobre todo en un mundo globalizado donde parece que solo cuenta
seguir sin objeción los ritmos que la sociedad nos preestablece.
Sé que es muy difícil mantenerse
fiel a uno mismo, pero cualquier esfuerzo por conseguirlo nos merecerá la pena.
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