A consecuencia de este desmesurado
interés por todo lo que está relacionado con el crecimiento personal y
emocional, reconozco que últimamente procuro no perderme ninguna de las
apariciones que hacen mis autores favoritos siempre relacionadas con el desarrollo
personal.
Hace algunos días escuché con
atención una conversación sobre la felicidad. En ella, el psicólogo Rafael
Santandreu describía los tres parámetros fundamentales que nos pueden acercar a
ella. Los enumeraba como la capacidad de gestionar nuestros pensamientos y con
ello controlar nuestros diálogos internos; también habló de la habilidad de no dramatizar,
de no terribilizar, como a él mismo
le gusta referirse, y por último, de alcanzar la madurez suficiente para
entender que las personas no son perfectas, que a menudo tenemos
comportamientos imperfectos.
De estos tres pilares de la
felicidad, me apetece detenerme a reflexionar un poco sobre la voluntad de
entender que la gente que nos rodea no es perfecta, que nosotros mismos no gestionamos
un comportamiento siempre acertado.
Disponer de la generosidad
suficiente para aceptar la diversidad de situaciones a las que nos enfrentamos
cada día es fundamental para sentirnos felices.
No veo posible llegar a sentir
tranquilidad, sosiego y felicidad, si nuestros pensamientos, y con ello nuestro
corazón, están más ocupados de “observar” y juzgar las distintas respuestas que
nos llegan del exterior, que de aceptar y comprender que cualquiera de nosotros somos susceptibles de actuar de idéntica manera si la realidad de partida
fueran las mismas.
Si tratáramos de hacer este conciso ejercicio de empatía, de cambio de papeles, si aplicáramos un extra de
comprensión y generosidad ante cada situación discrepante, nos resultaría mucho más sencillo
desdramatizar todo aquello que nos llega de los demás y no compartimos. Si
consiguiéramos quitarle importancia a todo lo que a priori nos molesta de los
demás, si nos esforzáramos en intentar relativizar las situaciones
conflictivas, en suavizar los comentarios negativos, seguramente nuestro
equilibrio emocional permanecería intacto. Nuestra felicidad sería mayor.
SOSPECHOSAAAAA, SOSPECHOSAAAAAA...!!!!
ResponderEliminarMuy interesabte, ahora sólo hay que intentar aplicarlo!
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