No es la primera vez que admito
el desmesurado entusiasmo que despiertan en mi algunos de los artículos sobre
psicología que cada domingo nos regala un conocido semanario; y cómo de una
manera tan inesperada como casual, parecen a veces llegar a mis manos en el
momento preciso, como queriendo llenar de acertadas respuestas a mis siempre
despiertas inquietudes.
Esta vez he querido detenerme en
uno de los últimos que leído, La magia de
conversar¹, un artículo verdaderamente asombroso,
con el que no puedo más que compartir todas y cada una de sus palabras.
Y es que no puedo estar más de
acuerdo que cuando nos habla del placer y la libertad que se experimenta cuando
somos capaces de compartir un momento mágico de buena conversación con alguien.
No reconozco un acto mejor de generosidad y entrega hacia el otro que cuando
nos permitimos el regalo de mostrar todo nuestro yo, toda nuestra esencia, a
través del diálogo. Me resulta difícil encontrar otra manera mejor de valorar a
la otra persona, de hacerla sentir especial y parte importante de nosotros
mismos que cuando, sin condiciones, entregamos todo nuestro ser a escucharla,
comprenderla y llegar a sentir la incuestionablemente conexión que surge cuando
se alcanza intimar con el otro. Es como si después de experimentar
un momento de única conversación, ninguno volviera a ser el mismo, como si se
iniciara con cada una de las palabras un proceso de acercamiento y
transformación irreversibles, de cambio hacia un nuevo lugar lleno de nuevas y
desconocidas consecuencias.
Quizás resulte contradictorio que
algo tan enriquecedor, capaz de llenarnos de un entusiasmo desbordante, sea a
su vez tan difícil de lograr. Parece como si hoy en día no alcanzáramos a ver
ni valorar lo que verdaderamente importa, lo que nos hace realmente felices,
tal vez porque la mayoría de las veces hemos situado nuestro horizonte tras una
torpe pantalla de móvil.
Ojala se recupere el valor de
todos esos momentos, esos que se alargan hasta la línea de nuestros más
inconfesables deseos, que parecen no querer llegar jamás a su fin, que prolongaríamos
hasta el final de nuestros pensamientos..
…”…dos individuos,
conversando con honestidad, pueden sentirse inspirados por el sentimiento de
que están unidos en una empresa común con el objetivo de inventar un arte de
vivir juntos que no se ha intentado antes”.
(Conversación,
Theodore Zeldin)
(1) Francesc Miralles,
EPS 9 Agosto 2015.
¿Qué le da una persona a otra? […] da lo que está vivo en él […] y ambas comparten la alegría de lo que han creado.
ResponderEliminar“El arte de amar”, Erich Fromm.