Visitas

jueves, 20 de febrero de 2014

Boa viajem


Siempre he defendido la oportunidad de viajar como uno de los mejores privilegios para vivir intensamente. Quizás porque no entiendo posible desarrollar al máximo nuestras capacidades si no abandonamos en algún momento, y con cierta frecuencia, nuestro entorno más cercano, ese entorno reconocido por cada uno de nosotros en el cual todo nos resulta aparentemente más fácil y con ello más seguro, más confortable.

Hace unos días tuve la inmensa fortuna de compartir con grandes amigos un viaje que se tornó tan inesperado como inolvidable. Y tal vez en esta ocasión, más que en ninguna otra anterior, he sido consciente de hasta qué punto viajar nos transforma de manera indefectible. Es como si después de cualquier viaje nunca volviéramos a ser los mismos, como si trajésemos con nosotros algo de más, o quizás algo de menos…aunque sea tan solo por la influencia de los infinitos recuerdos compartidos.

Con cada viaje, con cada alejamiento, deberíamos anhelar contemplar nuestra vida desde ese otro alternativo y desconocido lugar, desde el cual lograr cuestionarnos hasta entender nuestra realidad de una forma diferente. A veces, y sobre todo en los momentos de mayor dificultad,  debería ser indispensable tener la voluntad de alejarnos  de lo que creemos ver, de lo que creemos tener, de lo que creemos sentir, querer…De todas esas cosas que, casi sin distinguir cómo, valoramos y situamos erróneamente en un destacado lugar en nuestra vida, cuando lo que deberían es estar fuera de ella; cuando con ninguna de ellas conseguiremos nunca sumar, nunca crecer, ni mucho menos vivir en plenitud.

Al viajar deberíamos conseguir alejarnos de todo eso a lo que, con demasiada frecuencia, nos aferramos ciegamente con la única finalidad de no exponernos al cambio, a lo desconocido, al verdadero autoconocimiento.

Solo viajar nos predispone a mirarnos con la suficiente claridad como para acercarnos a nuestro verdadero yo, a nuestra verdadera esencia. A esa persona que queremos ser y que a veces no logramos encontrar. A distinguir la vida que realmente queremos disfrutar y con quiénes queremos compartirla. Solo así, solo si distinguimos lo que somos y lo que queremos, lograremos alcanzar un estado de equilibrio y armonía entre nuestra realidad y lo que verdaderamente somos. Lo único importante.

Merece la pena viajar..

(..a mis cinco corazones!!)