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martes, 15 de septiembre de 2015

La magia de conversar



No es la primera vez que admito el desmesurado entusiasmo que despiertan en mi algunos de los artículos sobre psicología que cada domingo nos regala un conocido semanario; y cómo de una manera tan inesperada como casual, parecen a veces llegar a mis manos en el momento preciso, como queriendo llenar de acertadas respuestas a mis siempre despiertas inquietudes. 

Esta vez he querido detenerme en uno de los últimos que leído, La magia de conversar¹, un artículo verdaderamente asombroso, con el que no puedo más que compartir todas y cada una de sus palabras.

Y es que no puedo estar más de acuerdo que cuando nos habla del placer y la libertad que se experimenta cuando somos capaces de compartir un momento mágico de buena conversación con alguien. No reconozco un acto mejor de generosidad y entrega hacia el otro que cuando nos permitimos el regalo de mostrar todo nuestro yo, toda nuestra esencia, a través del diálogo. Me resulta difícil encontrar otra manera mejor de valorar a la otra persona, de hacerla sentir especial y parte importante de nosotros mismos que cuando, sin condiciones, entregamos todo nuestro ser a escucharla, comprenderla y llegar a sentir la incuestionablemente conexión que surge cuando se alcanza intimar con el otro. Es como si después de experimentar un momento de única conversación, ninguno volviera a ser el mismo, como si se iniciara con cada una de las palabras un proceso de acercamiento y transformación irreversibles, de cambio hacia un nuevo lugar lleno de nuevas y desconocidas consecuencias.

Quizás resulte contradictorio que algo tan enriquecedor, capaz de llenarnos de un entusiasmo desbordante, sea a su vez tan difícil de lograr. Parece como si hoy en día no alcanzáramos a ver ni valorar lo que verdaderamente importa, lo que nos hace realmente felices, tal vez porque la mayoría de las veces hemos situado nuestro horizonte tras una torpe pantalla de móvil.

Ojala se recupere el valor de todos esos momentos, esos que se alargan hasta la línea de nuestros más inconfesables deseos, que parecen no querer llegar jamás a su fin, que prolongaríamos hasta el final de nuestros pensamientos..


…”…dos individuos, conversando con honestidad, pueden sentirse inspirados por el sentimiento de que están unidos en una empresa común con el objetivo de inventar un arte de vivir juntos que no se ha intentado antes”.  
(Conversación, Theodore Zeldin)



(1)  Francesc Miralles, EPS 9 Agosto 2015.