Llegaste.
Para ser el motivo de mis
desvelos. El motivo de volver a viajar a este mundo azul donde busco en la
escritura lo que no encuentro en las palabras de mi boca. Ha pasado mucho
tiempo, y esta lejanía es la que me devuelve el amargo vértigo y los miedos de la niñez,
los que viven de nuestros momentos de soledad.
Mereces todos mis desvelos. Todas
las noches ausentes de un sueño que no necesito, pues tú lo haces real. Has
agitado este corazón que parecía siempre de vacaciones y te has adueñado, sin buscarlo, sin ni tú
saberlo, de la intimidad de mis pensamientos desmontando mi voluntad de hielo.
Unas horas contigo han valido más
que diez años de una eterna primavera que parecía no querer nunca dar paso al sol
del verano.
Mereces todos mis desvelos. El cansancio
hasta agotarme de pensar solo en ti. Los escalofríos, las mariposas, la falta de
aliento, la vuelta al lugar de las flores, de las caricias en la piel, del deseo.
Llegaste.
Para merecer todos mis desvelos. Porque
no dejarme dormir es la mejor forma de amar.