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viernes, 4 de agosto de 2017

Mensaje en una botella..



Después de algunos días de necesarias vacaciones, vuelvo a este rinconcito azul, el único lugar donde encuentro la libertad suficiente para hablar con el alma, imaginando que lo hago solo para mí, con la tranquilidad de quién se halla en la certeza de que la osadía de sus palabras y el descaro de sus pensamientos no encontrarán crítica ni reproche alguno que consigan acallar sus deseos.

Esta vez lo hago para hablar de AMAR (como casi siempre). Aunque esta vez sí que siento la necesidad de hacerme oír, de imaginar que alguien espera y es capaz de descifrar mis palabras, como el náufrago que en compañía de la infinita paciencia, aguarda sentado en su isla respuesta al mensaje en el que ha confiado todas sus esperanzas.

Debo admitir que lo hago desde la soledad en la que desde hace tiempo me he acomodado y de la que obtengo la calma y la paz suficientes como para inundarme el espíritu de cálidos y privilegiados silencios. Silencios que me permiten percibir y valorar las caricias con las que el paso del tiempo me despierta cada día con desbordantes ganas de vivir y de amar. Con el atrevimiento que transmite la inmensidad y la belleza del amor, las ganas de sentirme de nuevo enamorada, de compartir este entusiasmo que me desborda por momentos y que a veces siento que me estalla en lo más profundo de mi ser.

Así lo imagino, ¿por qué no?

Es hermoso imaginar que alguien atiende tu remota llamada y corre ilusionado al encuentro de este corazón sediento..

Mientras, como el naufrago, sueño, sonrío, vivo y espero paciente…





“Yo, con un instinto profundo, elijo a un hombre que saca mi fortaleza, que hace grandes demandas de mi, que no duda de mi coraje o dureza, que no me cree ingenua o inocente, que tiene el coraje de tratarme como una mujer”.
(Anaïs Nin, 1903)