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viernes, 6 de noviembre de 2015

La suerte.

Ayer estuve leyendo un breve artículo que versaba sobre la suerte y las distintas maneras de llegar a ella. Y seguramente lo que  me resultó más interesante fue la manera tan positiva desde la que el autor trata de convencernos de la existencia generalizada de buena suerte, y de cómo es la suma de nuestros personales pensamientos negativos lo que tantas veces nos impide ser conscientes de ello.

Resulta imposible sentirse afortunado si vivimos instalados en una constante comparación hacia todo aquello que no somos, o que no tenemos y los demás sí, o añorando lo perdido, lo que nunca volverá a ser… Jamás conseguiremos vivir una vida plena e intensa si, en vez de detenernos y simplemente mirar y reconocer la gran cantidad de motivos que la vida nos ofrece para ser feliz, ocupamos nuestros pensamientos en una queja tan injusta como destructiva que acaba por magnificar nuestros errores y fracasos, descubrir nuestras carencias y alimentar nuestros miedos.

Sin embargo, nada de esto es real, solo está en nuestros esclavos pensamientos. Claro que somos afortunados. Solo necesitamos trabajar la paciencia y el sosiego suficientes como para ver nuestra propia vida desde un lugar algo más alejado. Desde un lugar que nos posibilite tomar conciencia del resultado y el efecto de nuestros actos y del de los demás, de que a veces todo aquello que interpretamos como mala suerte, también tiene indiscutiblemente una lectura positiva y hacia el crecimiento personal. Porque cuando creemos y lamentamos lo injusto de lo malo que nos sucede y que a priori tanto nos hacen sufrir, olvidamos que es así porque vivimos, porque sentimos, porque amamos, porque somos capaces de reconocer otra manera de escribir los días, porque nos mueve la inquietud de ser mejores personas, porque es precisamente esto lo que nos tornará hacia el mejor de los aprendizajes, algo que nos impulsará a crecer y a creer que hay otra manera de recorrer la vida. Es justamente esto lo que nos debería hacer sentir privilegiados y llenarnos de un entusiasmo desbordante.

Porque si algo es indudable es que nada ocurre porque sí, porque de todo podemos y debemos sacar esa lectura positiva, valiente, que nos transforme en personas más completas, más sinceras y con una mayor capacidad de valorar y amar todo lo que somos y todo aquello que nos rodea. Esa mirada que llene nuestra vida de sueños, de preciosa magia, de una arrolladora ilusión por creer siempre que la vida es el mejor de los regalos.


“Yo creo bastante en la suerte y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo.” (Thomas Jefferson)