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miércoles, 31 de mayo de 2017

Sonríe siempre.



No somos conscientes del infinito valor que tiene una sonrisa. Creo que a menudo subestimamos su enorme poder transformador (en nosotros y en los demás), a pesar de que cada día son más los estudios médicos que relacionan la sonrisa con los beneficios que genera en el cerebro, y en consecuencia, en nuestros pensamientos y en la percepción que tenemos de todo aquello que nos acontece, sea bueno o malo.

Es por tanto el mejor salvoconducto que podemos encontrar desde el que alcanzar una sensación de plenitud y satisfacción tales que nos haga sentirnos felices, que nos alivie las dificultades del camino y nos muestre otra manera de ver la realidad, más positiva, más afortunada..Esto nos hará sentirnos satisfechos de quiénes somos y de la vida que llevamos, alimentará nuestra autoestima y nos fortalecerá la voluntad y el deseo.

Sé que hay días donde resulta complicado esbozar una sonrisa, donde apenas encontramos fuerzas para mantener vivas nuestras ilusiones. Todos identificamos a nuestro alrededor personas a las que nos cuesta regalarles lo mejor de nosotros mismos, de los que a menudo pensamos que no merecen tanta generosidad.

Es entonces cuando hay que creer que cuando sonreímos, no solo sonreimos a los demás, sino principalmente lo hacemos a nosotros mismos, a nuestro corazón y a todo nuestro ser. Y es esa sonrisa, espontánea o voluntariosa, la que alimenta nuestras ganas y nuestros sueños. La que transforma nuestros pensamientos y nos hace ver la realidad de una manera infinitamente más hermosa. Es esta sonrisa la que diluye la tormenta de pensamientos negativos que a veces se empeña en inundarnos de gris los días.

Solo hay que probar a sonreír más. Hacerlo siempre. Cada día. Porque siempre hay un motivo para sonreír.



“Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquel que no sabe sonreír a los demás” (Dalai Lama)