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jueves, 21 de enero de 2016

Ser paciente.

No son pocas las veces que he comentado mi personal intención de cultivar la paciencia y el sosiego como herramientas fundamentales para definirnos felices, para llegar a conocernos y así vivir de forma consecuente con nuestros pensamientos y sobre todo, con aquello que somos y que sentimos. Sigo manteniendo que sólo desde este lugar alcanzamos observar los mejores horizontes, sólo desde la calma y la paz interior conseguimos reconocer nuestras ilusiones y el anhelo de nuestros más secretos sueños.

Hace poco leí un artículo que definía de una forma adorable, cómo lo mejor de la vida  llega y nos inunda con su magia justo cuando menos lo esperamos; a veces incluso cuando nos definimos derrotados y creemos imposible que algo llegue a sorprendernos.

Pero también es cierto que, para poder ver los infinitos regalos que la vida nos va poniendo en el camino, hace falta tener una actitud altamente positiva, paciente, muy generosa; tan sensible a los cambios como la suave brisa que cada mañana renueva sus ilusiones para simplemente acariciarnos el rostro. 

Debemos alimentar nuestro corazón de ese tipo de ilusiones, permitirnos el placer de dejarnos mecer por la repentina casualidad de la vida, de dejar que el presente nos conquiste de una forma tan apasionada que mantenga siempre encendida la llama de nuestros deseos.

Y es que lo que cada día nos hará felices habita en lo más sencillo que alcancemos ver, en una sonrisa robada, en un cálido abrazo, en una mirada capaz de congelar el tiempo.., en definitiva, en todo aquello que sin buscarlo, sea capaz de transmitirnos una desbordante pasión por vivir. 

Justo aquello que nos enamora..


…”La vida te regala cada día nuevas oportunidades; permítete se feliz otra vez, deja que lo improvisto te encuentre y te vista de ilusiones renovadas, que pinte en tu rostro alegrías, y estrellas que deslumbren tu corazón.