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miércoles, 9 de agosto de 2017

Pasajeros.



A veces tengo la sensación de que la vida no es más que un viaje, sin duda el más maravilloso de los trayectos, pero al fin y al cabo, con un punto de partida, un incierto recorrido y un ineludible final. Poco tiene que ver con esas historias que uno imagina describir a medida en sus sueños, ni con la trama de las novelas cuyo desenlace se adecua a los deseos del escritor, a veces incluso con edulcorados finales ideados al capricho de sus lectores.

La vida es más bien un trayecto, un camino que presupongo preestablecido para cada uno de nosotros y que recorremos con mayor o menor acierto entre éxitos y tropiezos. Un viaje en el que apenas podemos evitar saltarnos alguna parada indeseada y en el que con demasiada frecuencia nos vemos empujados a transitar por calles desconocidas, solitarias y que se nos traducen repletas de inseguridades y temores.

Pero así son los viajes. Porque viajar es solo presente. Ni pasado, que rápidamente dejamos atrás; ni futuro, que siempre se torna incierto, imprevisible e inalcanzable a nuestros ojos. Así son, hermosos, llenos de magia. Los viajes siempre son especiales, nos permite recorrer lugares maravillosos, vivir experiencias que agitan de inigualable manera nuestros sentimientos y nos avivan el alma haciéndonos sentir vivos.

Y no hay mejor viaje que el que conforma nuestra propia vida. Es el que nos regala el privilegio de encontrarnos con nuevos pasajeros cada día, de poder compartir con ellos nuestra particular experiencia vital desde la libertar que nos confiere nuestro propio ser. Compañeros de viaje que, desde la alegría o desde el dolor, acaban por aportarnos parte ellos mismos, de su esencia. Jamás seríamos lo que somos si obviáramos todo lo que hemos vivido, sentido y compartido con  cada uno de ellos.

Algunos se subirán en la primera parada y permanecerán todo el trayecto con nosotros. Otros sin embargo, apenas si permanecerán el tiempo suficiente como para retenerlos para siempre en nuestro recuerdo.

De cualquier forma, no deberíamos lamentarnos ni sentir tristeza cuando alguno de estos  pasajeros acaba por apearse de forma inesperada de nuestro vagón. Así son los viajes. Así es la vida. Un trayecto.  Solo hay que sentarse lo más cerca de la ventana y disfrutar de los paisajes, de la compañía, dejarse llevar por el sonido del viento, por las caricias de los rayos de sol cada mañana, por el sabor de los besos, por el deseo que se esconde en cada mirada…

Así nos será más fácil aceptar la incertidumbre implícita en todo viaje y disfrutar al máximo de cada segundo del recorrido. No nos lamentemos por ello, porque sin esta capacidad de sorprendernos jamás sería la vida tan hermosa.


 (Frida Kahlo, El Camión, 1929)

viernes, 4 de agosto de 2017

Mensaje en una botella..



Después de algunos días de necesarias vacaciones, vuelvo a este rinconcito azul, el único lugar donde encuentro la libertad suficiente para hablar con el alma, imaginando que lo hago solo para mí, con la tranquilidad de quién se halla en la certeza de que la osadía de sus palabras y el descaro de sus pensamientos no encontrarán crítica ni reproche alguno que consigan acallar sus deseos.

Esta vez lo hago para hablar de AMAR (como casi siempre). Aunque esta vez sí que siento la necesidad de hacerme oír, de imaginar que alguien espera y es capaz de descifrar mis palabras, como el náufrago que en compañía de la infinita paciencia, aguarda sentado en su isla respuesta al mensaje en el que ha confiado todas sus esperanzas.

Debo admitir que lo hago desde la soledad en la que desde hace tiempo me he acomodado y de la que obtengo la calma y la paz suficientes como para inundarme el espíritu de cálidos y privilegiados silencios. Silencios que me permiten percibir y valorar las caricias con las que el paso del tiempo me despierta cada día con desbordantes ganas de vivir y de amar. Con el atrevimiento que transmite la inmensidad y la belleza del amor, las ganas de sentirme de nuevo enamorada, de compartir este entusiasmo que me desborda por momentos y que a veces siento que me estalla en lo más profundo de mi ser.

Así lo imagino, ¿por qué no?

Es hermoso imaginar que alguien atiende tu remota llamada y corre ilusionado al encuentro de este corazón sediento..

Mientras, como el naufrago, sueño, sonrío, vivo y espero paciente…





“Yo, con un instinto profundo, elijo a un hombre que saca mi fortaleza, que hace grandes demandas de mi, que no duda de mi coraje o dureza, que no me cree ingenua o inocente, que tiene el coraje de tratarme como una mujer”.
(Anaïs Nin, 1903)


viernes, 7 de julio de 2017

Fieles.

“La felicidad está en ser fiel a uno mismo”. (Alejandro de la Corte)

Creo que incluso mucho antes de tener conciencia de ello siempre he estado convencida de que esta afirmación lleva condicionando la mayoría de las decisiones que a lo largo de los años he tenido que ir tomando y que en definitiva son las que conforman todo lo que soy, las que definen lo que ha sido mi vida hasta ahora, las que finalmente hacen que mi devenir haya transcurrido por uno u otro camino.

Es algo que creo que todos los que me conocen identifican como algo destacado y constante en mí. Ni tan siquiera entro a analizar si lo ven como algo positivo o más bien como fruto de esta cabezonería que los tauro parecemos traer “de serie”. Lo cierto es que jamás he sido capaz de desprenderme de la idea de mí misma que desde niña ya rondaba por mi cabeza y se dejaba ver en mis pequeñas maneras.

Hace unos días la casualidad quiso que alguien me enviara esta foto. En ella a penas tengo los 3 años, pero me asombra y me emociona comprobar cómo ya reflejaba gran parte de lo que ahora soy, incluso abrigaba esa imagen de las que después de tantos años no he sabido (o más bien no he querido) desprenderme. Ahora soy consciente de que es precisamente en esas cosas sencillas, aparentemente sin importancia, donde reside la verdadera belleza de la vida. Pequeños detalles a los que se aferran los recuerdos, lo que somos, todo lo que nos debería de identificar SIEMPRE a pesar de que nuestra vida atraviese una u otra circunstancia, más o menos favorable.

Esas pequeñas (grandes) cosas han sido como un norte para mí, como ese faro que te señala el camino correcto, que te ayuda a no perderte cuando la vida se vuelve turbia, cuando los pensamientos se confunden y los sueños se diluyen en los momentos de desesperación e impaciencia. Cuando no llegan los logros y sí las ausencias. Cuando la vida te cambia de un día para otro y no te queda otra opción que aceptar, adaptarte y reinventarte sin dejar jamás de ser tú.

Tal vez por eso adoro encontrarme con gente auténtica, en las que reconocer siempre la coherencia en su comportamiento y en sus pensamientos. Me resulta admirable, verdaderos ejemplos a seguir, sobre todo en un mundo globalizado donde parece que solo cuenta seguir sin objeción los ritmos que la sociedad nos preestablece.

Sé que es muy difícil mantenerse fiel a uno mismo, pero cualquier esfuerzo por conseguirlo nos merecerá la pena.


martes, 4 de julio de 2017

A la gente feliz.

“La gente feliz trata mejor a los demás”.


No recuerdo dónde he leído hace poco esta frase ni de quién, pero me pareció de una certeza extraordinaria; sobre todo porque me devuelve los pensamientos a la realidad más evidente sobre la que navego cada día intentando sobrevivir. 

No despierto cada mañana con el objeto de escudriñar en los comportamientos ajenos intentando encontrar respuestas, ni con el encargo de analizar la realidad pretendiendo obtener unas conclusiones que sólo veo en el índice de mi mundo imaginado. Pero admito que no puedo evitar rendirme y reconocer la verdad que reside en la evidencia, en lo que veo, en todo aquello que no me gusta y que me aleja, sin retorno, de los escenarios con los que tengo la sensación de compartir  cada vez menos, escenarios impuestos donde a penas encuentro unos ojos o una sonrisa donde identificar parte de mis sueños e ilusiones.

Me entristece, me causa frustración comprobar cómo cada día cuesta más encontrar a personas que traten con respeto, amabilidad y cariño a los demás. Que lo hagan porque sí, sin pretender con ello obtener nada a cambio, por el mero hecho de sentirse felices, en paz con ellos mismos, por algo tan hermoso como devolverle un poco de magia y color a la vida. Gente risueña, alegre, de esa que contagian entusiasmo y ganas de todo. Sin embargo, a veces es como si pareciéramos cubiertos por un negro telón de egoísmo y falta de autocrítica que nos lleva a actuar como si jamás hubiéramos sabido lo que son la generosidad, la empatía, la humildad..

No hace falta que vuelva a declarar mi férrea defensa de la dulzura, el sosiego y el amor incondicional a todos cómo único camino para sentirnos felices. Entiendo que no todos compartimos un mismo grado de dulzura o mimo en nuestro trato con los demás. Pero ello no debería justificar jamás el empleo de formas egoístas, autoritarias, intolerantes e incluso violentas. Unas formas inadecuadas SIEMPRE acaban por desacreditar hasta el más certero de los discursos.

Deberíamos ser conscientes de que cuando tratamos de forma agria y desconsiderada a la gente que nos rodea, es porque hay algo en nosotros que no funciona, que no va bien. Y es justo sobre lo que tendríamos que reflexionar e intentar controlar para acercar nuestro comportamiento y nuestra actitud al camino certero, que indudablemente siempre es el de la amabilidad, el del amor y la comprensión a los demás. No cuesta nada sonreír más. No cuesta nada ser agradecidos. No cuesta nada quedarnos con el lado bueno de la gente (que todos la tienen aunque a veces nos cueste verla). Con lo bueno que cada uno nos aporta. Y no esperar nada. No esperar obtener de los demás el reflejo que calme nuestras carencias. La respuesta siempre está en nosotros.

Es evidente que la vida sería así mucho más deliciosa..





martes, 20 de junio de 2017

Gracias.




Ya hace tiempo que buscaba dedicar parte de mi soledad y mis silencios a escribir unas palabras para ti, como muestra de mi eterno agradecimiento. Sabes que me animaste a imaginar y hacer posible esta ventana desde la que mirar el mundo cada vez que lo desease, para así reconocer mi interior, para ir tomando conciencia de la fortuna que es vivir. 

Siempre eres tú quien nos sorprende con el acierto de tus frases, quien nos alegra el día con solo pensar en la certeza de tu amistad, quien nos enseña con el mejor de los ejemplos, que en cada caída, lo verdaderamente importante es levantarse y continuar, y que al igual que tú, todos somos únicos, especiales, y eso debería ser motivo suficiente para sonreírle cada día a la mañana.

Siempre. Siempre estás ahí. Y es una suerte haberme podido asomar aquel día a tu ventana, la que me ha enseñado a creer en la magia, en mi misma, la que me muestra la hermosura de la vida y el inmenso poder que hay en nosotros, en lo que pensamos, en lo que decidimos ser, en nuestros deseos..

Hoy es un día muy especial para ti, (casi como un primer cumpleaños, sé que distinto..), y quería al menos regalarte un poquito de todo lo que tú nos das, aprovechar para mostrarte nuevamente mi inagotable gratitud (jamás sabré cómo devolverte tanto); y para que supieras que pienso, y siento, que eres una persona mágica, de las que contagian solo ganas, ganas de todo, de avanzar, de reír, de seguir, de ver la realidad diferente cuando se tuercen las ilusiones y los sueños... 
...de nunca olvidar lo maravillosa que es la vida a pesar de todo y de todos.

Feliz cumpleaños Alejandro, que seas muy feliz hoy y siempre!