Muchos entenderán que quizás no
sea el momento idóneo para hablar sobre las virtudes y los beneficios que
conlleva poder ejercer una profesión que sin más, te haga feliz…
Prefiero unirme a los que
defienden que es precisamente en estos momentos críticos, cuándo de una forma
más concienzuda hay que intentar alentar nuestro lado más positivo y creativo,
cuando más firmemente hay que poner el corazón y la ilusión en todo lo que hacemos..
Es cierto que tengo la inmensa
fortuna, como así lo admito cada vez que tengo la oportunidad, de poder ejercer
la profesión que desde muy pequeña me ha apasionado, la arquitectura. Lo que
también es cierto es que precisamente esta profesión quizás sea una de las que
se encuentre en uno de sus periodos más difíciles de los últimos tiempos.. Algunos
afirman que nada volverá a ser como antes, la manipulación y especulación que
de forma tan abusiva se ha ejercido sobre el sector han desviado el camino
hacia un punto final, tal vez de no retorno…
Pero insisto, me niego a dejarme llevar
por el decaimiento, por la desgana que produce ojear hoy en día la prensa, por
la indignación que despierta atender a cualquiera de las infinitas conversaciones
matutinas llenas de pesimismo y lo que es peor, carentes de esperanza…
Prefiero aferrarme a la fortuna
que encuentro en mi día a día, en lo que hago, en esos pequeños proyectos (o
grandes...da igual), en la creatividad que me invitan a desarrollar, en la
pasión creciente con la que me contagian, en esa voluntad que despierta mi
esfuerzo por intentar conseguir finalmente las cosas con las que sueño…
…porque si dedicamos toda nuestra
ilusión y todo nuestro amor a lo que hacemos, sea lo que sea, el resultado obtenido indefectiblemente mejorará lo esperado…