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lunes, 7 de abril de 2014

Mariposas.

Me encanta encontrarme de vez en cuando con alguna de esas frases que definiría como reveladoras. Esas frases que parecen remover nuestra más dormida curiosidad y consiguen incluso despertar nuestra inquietud por detenernos y reflexionar un instante.
Hace unos días me topé con una que captó mi interés de forma especialmente poderosa:

                     “El amor es como las mariposas: si las persigues desesperadamente se alejan, si estás quieto se posan en ti…” (Tagore)

Supongo que me gustó tanto porque resume mis pensamientos acerca del amor y, más especialmente, acerca de las diversas maneras de encontrarlo. Porque define de una forma bellísima el papel protagonista que la calma y el sosiego, la paciencia y la paz con uno mismo, deberían tener ante la predisposición de la búsqueda del amor.

No creo en esa especie de falso ajetreo, de incómoda impaciencia que parece perturbar a los que se predisponen  a una búsqueda activa del amor. No comparto el carácter de profesionalización con el que en los últimos tiempos se nos está vendiendo ese periodo previo de búsqueda del ansiado enamoramiento. Como si todo se tradujera a la simple ejecución de un plan ordenadamente pensado y a la vez, dudosamente eficaz. Como si bastara con ponernos en manos de una de esas empresas tan de moda que se encargan de prepararnos para todo. Para conseguir el mejor trabajo, ser las mejores mamás, tener la mejor forma física…y así un larga lista de mejoras, entre las que por su puesto está la de: mejore su vida encontrando el amor. Verdaderamente increíble.

Prefiero seguir creyendo en la improbabilidad de la vida, en su capacidad de sorprendernos día a día. En permitirnos soñar con el más impensable de los escenarios, de los encuentros.

Seguiré observando mariposas..