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lunes, 27 de febrero de 2017

A los poetas vivos.

Casi sin darme cuenta he descubierto en la poesía una inmejorable manera de conectar y relacionarme con mi mundo interior, alimento de mis sueños e ilusionesEse mundo del que tantas veces hablo y que forma ya parte inseparable de mí, el que anima mis deseos y motiva mis anocheceres.

A través de la poesía consigo sentir la libertad de quien se siente volar entre las nubes, consigo reconocerme de una forma tan verdadera que llega incluso a sorprenderme tanta coincidencia. La poesía consigue cautivarme, conquistar todo mi ser, agarrarme de la mano y guiar mis pensamientos al lugar donde encuentran la respuesta y el significado de sus inquietudes. La poesía me ha permitido imaginar mi vida, mi esencia, más allá de los límites con los que la realidad del día a día intenta sujetarlos. Cada nueva lectura me regala justo lo que espero de ella. En cada una identifico una parte de , de mis sentimientos, de mis anhelos, y hacen volar mi imaginación hasta el lugar donde protegemos y escondemos nuestros deseos más inconfesablesCon nada consigo mejor callar mis dudas, templar mis temores y apartar la sensación de soledad. La poesía ha conseguido reconfortar este corazón siempre hambriento de motivación y complacer a este alma inquieta, sedienta de bellas palabrasHa conseguido devolverme la pasión por reconocer la hermosura inigualable de los versos.

Amo escribir, amo a los que lo hacen con tanta generosidad que nos emociona siempre su lectura. Jamás sabría cómo agradecer tan inmenso regalo. Qué gran fortuna poder encontrar tanto placer en la poesía, tanta comprensión, tanta madurez. Solo ella es capaz de remover por completo mi existencia y renovar mis sentimientos, apagar mi desasosiego y llevarme ante un mar en calma.



(Mujer leyendo libro, Pedro Gallo)



jueves, 16 de febrero de 2017

Siento tristeza por ello.



No tengo por costumbre dedicar parte de mis reflexiones a temas que de alguna manera me acaban resultando dolorosos, injustos o incomprensibles. Siempre he preferido recrearme en esos otros temas de los que me resulta delicioso escribir y así re-vivir las fortunas de la vida. Al final son los que consiguen reconfortarme y apartar de mí las sombras que a veces me siguen trayendo los miedos.

Pero hoy he sentido la necesidad de hacerlo tal vez buscando el alivio de quien comparte su desazón, su rabia y su tristeza con otro, y admito que jamás encontraré un “otro” mejor que un simple papel en blanco.

Cada vez entiendo menos la realidad que me rodea, siento como si mis pensamientos, y lo que es peor, mi corazón, jamás fueran a encontrar consuelo más allá de los momentos de soledad que tanto valoro, como si ya no fueran a ser capaces de encontrar el calor cómplice de una mirada, de unas palabras de apoyo, de comprensión. Como si de repente, la capacidad de empatizar con los demás se hubiera convertido en un bien extinguido; y a cambio, un poderoso egoísmo estuviera cubriéndolo todo, sin darnos cuenta que lo que consigue es cegar poco a poco nuestra capacidad de amar.

Siento tristeza por ello, y aviva en mí las ganas de soledad, de recogimiento, de encerrarme en mi propio corazón y vivir, como en un cuento, alimentada únicamente de sueños. Sueños en los que creo. Sueños  que me ilusionan. Sueños en los que puedo vestir mi mundo del color que quiera. Del color del amor, de la dulzura; de las palabras hermosas y generosas.

Siento tristeza por ello. Mientras, siempre me quedará el lugar de los sueños..


“No podríamos vivir sin soñar. Sin pensar que soñamos. Sin saber que ahí, nadie más podrá alcanzarnos. Que en el camino de los sueños, no hay mayor obstáculo que el que se impone el que no cree en ellos”
(Los Sueños, La Escalera Azul, 2015)




(Cy Twombly, 1928)