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viernes, 21 de marzo de 2014

Sensibilidad moral



Cada día encuentro un motivo más hacia el convencimiento de las virtudes de perseguir una vida pausada, una vida donde los momentos de silencio y de reflexión personal se conviertan en parte de la necesaria rutina de nuestro día a día. Ayer justamente encontré el último en una entrevista al filósofo Francesc Torralba. En ella relacionaba el perdón y el arrepentimiento con la capacidad, casi diaria, de reflexionar y de tomar conciencia acerca de la repercusión que nuestros propios actos llegan a ejercer en los demás, en particular aquellos que generan algún malestar e incluso dolor.

Hablaba de la importancia de tener una sensibilidad moral suficiente. Aquella que nos permita  admitir la posibilidad de equivocación en nuestro comportamiento, que nos permita reconocer cuándo no actuamos de forma correcta y que nos ofrezca distinguir el daño que, a consecuencia de todo ello, causamos indefectiblemente a los demás. Defendía este camino como la única manera de llegar a alcanzar un arrepentimiento verdadero; un arrepentimiento donde la voluntad de aprender de los errores y el compromiso de no volver a caer, sea lo que nos facilite disfrutar del generoso regalo del perdón.

A menudo me pregunto si no será este también un motivo más para refugiarme en todas y cada una de las palabras que dibujan las reflexiones en este blog.. Si la búsqueda y anhelo constante a dialogar con él, no son más que una excusa para conseguir esos momentos personales de silencio y reflexión donde reencontrarme conmigo misma, y con mis actos.

Deseo que sea así.




“..La persona que no es capaz de perdonar no es capaz de amar…” (Martín Luther King, 1929)