Visitas

jueves, 25 de septiembre de 2014

Así empieza lo malo



Creo que se me está empezando a notar demasiado. Pero es que ya casi ni me esfuerzo en disimular lo que yo llamo mis debilidades. Y es que a estas alturas, la verdad no me apetece nada tener que justificarme cada vez que expreso cuánto me apasiona algo en la vida.

Después de esto, declaro abierta y directamente mi amor por Javier Marías, entiéndanme, por sus novelas y sobre todo por sus críticos y reflexivos escritos. El último, una fantástica entrevista de Manrique Sabogal sobre su última novela, Así empieza lo malo, (El Pais, 14 sept 2014). La entrevista nos muestra a un escritor muy cercano a las diferentes formas de representación del amor; algo que por fortuna traslada a la mayoría de sus novelas permitiéndonos disfrutar y aprender con cada uno de sus personajes.

Quizás lo más destacable sea la parte en la que habla del momento del enamoramiento como un momento marcado por una cierta obligación, por un cierto grado de forzamiento de quien toma la iniciativa. El autor considera algo extraordinario que dos personas, de forma simultánea, correspondan su amor en la misma medida. Y aunque llegase remotamente a ocurrir, no cree probable que por ello haya de durar toda la vida.

Vuelvo a esta muy de acuerdo con sus palabras.

No es que pretenda recurrir a mi yo más pesimista y racional, pero no puedo ocultar la inmediatez que deriva de deducir que, en la mayor parte de la ocasiones, la vida es previsible (el amor también). Que las casualidades son solo eso, momentos  esporádicos necesarios para aportar algo de energía a la vida. Tarde o temprano, todo se torna del mismo color. Los instantes iniciales de enamoramiento tratan de cegarnos esta evidencia ofreciéndonos un amplio abanico de fantásticas y teatrales opciones entre las que elegir. Todas estas opciones comparten el mismo previsible final feliz que anhelamos obtener. Se transforman en esa ilusionante historia que deseamos vivir a toda costa, aun a sabiendas que la probabilidad de que las cosas se sucedan tal y como pensamos, tal y como deseamos, es remotamente escasa.

De la aceptación dependerá nuestra felicidad.



lunes, 1 de septiembre de 2014

Amor sabio


Ayer el domingo amaneció obsequiándome con un maravilloso artículo de Raimón Samsó, Relaciones conscientes.(agosto, EPS).

Hacía tiempo que no leía una reflexión con la que me identificara tanto, con la que cada una de las palabras pareciera haber salido de la utopía de mis pensamientos. Resultó ser uno de esos artículos que siempre acabo releyendo varias veces; y hasta subrayando sus frases como creyendo así memorizarlo para siempre.

Me entusiasma cómo su autor trata de presentarnos el amor y las relaciones de pareja desde un enfoque que dibuja  tan acertado como poco frecuente. Nos habla de las rupturas, de la soledad, de la dependencia emocional y el apego. Trata de hacernos entender, desde la mayor de las amabilidades, que no deberíamos encontrar dramatismo entorno al amor, que no sería entonces un amor sano y verdadero.

Centra su reflexión en la búsqueda del equilibrio emocional individual como único punto de partida que garantice el éxito en las relaciones presentes y futuras.  Sus palabras se expresan de una forma tan evidentemente lógica, que parece no conseguir entender por qué seguimos empeñados en verlo todo a través de la visión teatral y romántica que sólo nos causa confusión y fracaso, y con ello dolor y miedos.

Si invirtiéramos tan solo la mitad de las energías con las que a veces nos empeñamos en encontrar tal o cual persona en encontrarnos a nosotros mismos, a nuestro verdadero yo; en enriquecer nuestros días, en alegrar nuestro rostro, en aumentar nuestras inquietudes, nuestras ilusiones,…; nos convertiríamos en esas personas completas de las que habla Raimón, capaces de ser felices por ellas mismas. Personas cuya felicidad no depende del apego a los demás ni se sienten temerosas de caminar las distintas etapas que la vida les va ofreciendo, aunque algunas transcurran en sorprendente soledad. Personas seguras, conformes y contentas consigo mismas. Como poseedoras de una luz especial y de una continua sensación de plenitud que las hace sentirse tremendamente afortunadas.

Nos permitiría situarnos en un lugar privilegiado e independiente de cualquier circunstancia o realidad que nos acompañe en cada momento, y esto restaría cualquier indicio de dramatismo a nuestras decisiones. Dispondríamos de un tiempo infinito, y unas ganas y entusiasmo suficiente como para vivir con plenitud cada segundo. Nos mostraríamos a los demás como personas risueñas, alegres, positivas; llenas de esa frescura y atractivo del que nos habla en el artículo.

Solo así sería más sencillo encontrar lo esperado.




“…sé tú  la persona que quisieras tener a tu lado, y tarde o temprano aparecerá y se fijará en ti..” (Raimón Samsó)



http://elpais.com/elpais/2014/08/29/eps/1409308353_970041.html