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miércoles, 15 de abril de 2015

En soledad.



Cada día disfruto más cuando consigo reconocerme en casuales artículos que acostumbro leer con frecuencia. Ayer mismo, puede recrearme con la lectura de un breve texto sobre la soledad con el cual me sentí profundamente identificada.

Me encantó compartir su manera poco común de entender la soledad como un estado positivo, afortunado, lleno de privilegios; un estado muy en contraposición con la terrorífica visión que la sociedad difunde constantemente, donde pocas cosas inspirarían más tristeza y compasión que contemplar a alguien sin compañía, donde el contagio de estar solos acaba inundándonos de miedos. Es la soledad impuesta, obligada, aquella que nos impulsa a añorar lo ausente y a aislarnos frente al dolor.

Sin embargo, esta vez  la soledad se nos ofrece como algo extraordinariamente valioso, como una soledad grandiosa, gozosa, plena, elegida desde la voluntad y de forma consciente para acercarnos a nosotros mismos, para respirar, para pensar, para crecer y vivir en libertad. Todo un privilegio capaz de regalarnos la experiencia de sentirnos verdaderamente libres, como el mejor de los tesoros, como el lugar idóneo desde donde encontrar y disfrutar con la compañía de uno mismo.

Reconozco cuánto he disfrutado leyendo cada una de las palabras, y cuánto agradezco encontrarme con el inmenso regalo de reflexiones capaces de ofrecernos una visión dulce y positiva de todo aquello que nos rodea.



…”…hay otras personas que están solas y viven y brillan y se entregan a la vida de la mejor manera. Personas que no se apagan, al contrario, cada día se encienden más y más. Personas que aprenden a disfrutar de la soledad porque las ayuda a acercarse a sí mismas, a crecer y a fortalecer su interior.
Esas personas son las que un día, sin saber el momento exacto ni el por qué, se encuentran al lado del que las ama con verdadero amor y se enamoran de una forma maravillosa.”. (Teresa de Calcuta)