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miércoles, 23 de marzo de 2016

La autenticidad.



Creo que se ha convertido en algo común cada vez que escribo, el mostrar mi indiscutible defensa hacia todo lo relacionado con el crecimiento personal y con la implicación que cada uno de nosotros deberíamos dedicar a conseguirlo.

Pero quizás esta vez, y motivada por unos textos y reflexiones que he leído en estas últimas semanas, quiero defender precisamente el valor de lo inamovible, de la autenticidad, de ese privilegiado lugar en el que todos deberíamos desear estar y que es precisamente donde nos sentiremos personas únicas y especiales. Tal vez, porque sé de las dificultades reales que conlleva todo proceso de cambio y conocimiento personal hasta alcanzar este lugar; es por lo que admiro tanto a esas personas auténticas, identificables sea cual sea la circunstancia y el momento de su vida. Son personas con las que es delicioso y tremendamente enriquecedor compartir un rato con ellas, cuánto no lo sería poder compartir toda una vida..,

Deberíamos ocupar gran parte de nuestros esfuerzos en intentar ser reconocibles siempre, ante cualquier situación, ante cualquier contratiempo que en la vida nos pueda sobrevenir, ante los momentos más alegres o los más dolorosos. Adoro a esas personas donde la coherencia marca la comunicación entre sus pensamientos y sus actos, y con ellos nos muestran lo que son y, sobre todo, lo que sienten; con una sonrisa sincera, una cálida lágrima, una simple mirada,… Son personas auténticas de verdad, que actúan con una naturalidad tan arrolladora, que resulta tentadoramente atractivo estar cerca de ellas.

No creo que exista nada que justifique que estas personas únicas, que han alcanzado ese lugar privilegiado desde el que mantenerse inamovibles, fieles a lo que son, dotadas de una magia especial, de una luz contagiosa y una profunda generosidad, tengan que modificar o cambiar algo de lo que, con tanto esfuerzo y voluntad, han alcanzado y que es precisamente lo que las hace valiosas. Lo que les hace levantarse cada mañana sintiéndose protagonistas y únicos dueños de su vida, lo que les da la fuerza e ilusión suficientes para superar cualquier dificultad, lo que alimenta día a día su autoestima, les hace sentirse felices, orgullosos de ser justo quienes desean ser y les alienta a llevar una vida coherente, plena, inundada de una paz interior que es el mejor regalo a los que miran la vida desde el lugar escogido.

De ahí la importancia de encontrar la ilusión suficiente que nos haga desear iniciar un proceso de cambio y transformación personal que nos acerque a la autenticidad. Ser capaces de mostrarnos valientes para comenzar un camino a través del cual permitirnos modificar y mejorar (e incluso cambiar) todo aquello que no nos gusta y que nos impide ser nosotros mismos, todo lo que nos impide mirarnos a un espejo y ver reflejada a la persona que realmente queremos  ser. Así, siempre viviremos bajo el convencimiento de sentirnos personas privilegiadas, muy afortunadas por reconocernos únicos, y en ello residirá nuestra felicidad.

Alcanzado ese momento, nada se volverá imposible..


(Paisajes, Juan Carlos Castro Crespo, Huelva)



2 comentarios:

  1. SINCERAMENTE TUYO


    No escojas sólo una parte,
    tómame como me doy,
    entero y tal como soy,
    no vayas a equivocarte.

    Soy sinceramente tuyo,
    pero no quiero, mi amor,
    ir por tu vida de visita,
    vestido para la ocasión.
    Preferiría con el tiempo
    reconocerme sin rubor.

    Cuéntale a tu corazón
    que existe siempre una razón
    escondida en cada gesto.
    Del derecho y del revés
    uno sólo es lo que es
    y anda siempre con lo puesto.

    Nunca es triste la verdad,
    lo que no tiene es remedio.

    Y no es prudente ir camuflado
    eternamente por ahí
    ni por estar junto a ti
    ni para ir a ningún lado.

    No me pidas que no piense
    en voz alta por mi bien,
    ni que me suba a un taburete
    si quieres, probaré a crecer.
    Es insufrible ver que lloras
    y yo no tengo nada que hacer.

    Cuéntale a tu corazón
    que existe siempre una razón
    escondida en cada gesto.
    Del derecho y del revés,
    uno sólo es lo que es
    y anda siempre con lo puesto.

    Nunca es triste la verdad
    lo que no tiene es remedio.


    JOAN MANUEL SERRAT

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