Aquella vez al
igual que ahora, tuve la sensación de que, únicamente a través de nuestra
intervención, ese edificio volvería a renacer, volvería a estar dotado no solo
de aquello imprescindible para albergar una función, sino que incluso con su
rehabilitación, podríamos darle cualidades que de otra forma nunca hubiera
tenido y, sin las cuales, nunca hubiera llegado a ser el fantástico edificio
que es en la actualidad.
Supongo que
cuento todo esto porque, sí, lo admito, siempre es recurrente para mí imaginar
en este “mi mundo material” la explicación de todo aquello que siento…
Quizás porque yo
misma me identifico con uno uno de esos edificios. Casi por azar, o realmente
sin importar demasiado el motivo, (alguien me dijo una vez que eso es siempre
lo de menos…), acabamos dentro de un proceso de rehabilitación total, como la
única forma de conseguir volver a renacer, de conseguir llenarnos de todo
aquello que necesitábamos, de todo aquello imprescindible para ser unas
personas completas y vivir una vida plena…!
Qué ocurre
cuando, (es cierto), realmente conseguimos renacer de esta forma plena, cuando salimos
de ese proceso lleno de virtudes, “psicológicamente” completos? Qué ocurre
cuando volvemos de una “forma diferente” al mismo entorno incompleto del que
salimos? Cómo encajar?
Seguramente todos
hemos visto muchas veces alguno de esos edificios recién rehabilitados. A
primera vista es como si distorsionaran la visión del lugar donde se
encuentran. Parecen tan “nuevos”, tan “diferentes”, en un entorno tan
“antiguo”, que hacen que los edificios de su alrededor parezcan aún peores, más
viejos, más deteriorados…
Pero, la realidad
es que resulta imposible rehabilitar TODOS los edificios de las ciudades!!!
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